JEHOVÁ | No se trata de un sustantivo
Éste es el nombre más empleado en el AT (6.499
veces). En castellano se transcribe en esta forma. No se trata de un
sustantivo, sino de un calificativo que, en hebreo, se presenta en forma de un
tetragrama: YHVH. Éste es el nombre inefable, que los judíos no tenían derecho
alguno a pronunciar, y que debían sustituir en la lectura del texto sagrado por
Señor (mi Señor, Adonai). Es por esta lectura que los masoretas tuvieron la
idea de añadir a las cuatro consonantes YHVH las vocales que pertenecían al
sustantivo Señor (Adonai). El lector judío, así, no se equivocaba; sabía que
tenía allí dos nombres en uno, uno todo en vocales, el otro todo en
consonantes. Más tarde, los cristianos transcribieron erróneamente como
«Jehová», dando así en una sola palabra las dos juntas.
La verdadera transcripción debiera darse como
YªHV'H, o Yahveh. YHVH significa «Aquel que es». En este nombre encontramos a
la vez la afirmación metafísica del Ser eternamente presente (Yo soy), que está
en el origen y al final de toda existencia, Dios único, incomparable, sin
limitaciones, y la afirmación moral y espiritual de la fidelidad divina.
Yahveh, éste es el Dios que se relaciona con el hombre, y que le quiere dar Su
propia vida (la raíz de Yahveh es a la vez ser y vivir). La inmortalidad, la
verdad y la fidelidad quedan reunidas en Yahveh. Si «Elohim» destaca un
atributo de Dios, el poder, «Yahveh» revela con mayor fuerza Su propia esencia.
El uso de este último nombre muestra que se
relaciona con el Dios de la redención y del pacto que se revela al hombre para
salvarle. Es Elohim, el Creador, quien dijo: «Hagamos al hombre a nuestra
imagen» (Gn. 1:26); pero es como Yahveh-Elohim que entra en relación con el
hombre a partir de que éste toma su lugar en la escena, advirtiéndole, juzgándole,
prometiéndole salvación, revistiéndole de pieles de animales sacrificados (Gn.
2:7, 16; 3:9, 15, 21).
Otras expresiones compuestas con el mismo nombre
completan esta revelación de la providencia y de la salvación divina:
(A) «Yahveh-Jireh», Jehová proveerá (Gn.
22:13-14);
(B) «Yahveh-Rafah», Jehová que te sana (Éx.
15:26);
(C) «Yahveh-Nissi», Jehová mi bandera (Éx. 17:15);
(D) «Yahveh-Shalom», Jehová Paz (Jue. 6:24);
(E) «Yahveh-Raah», Jehová mi Pastor (Sal. 23:1);
(F) «Yahveh-Tsidkenu», Jehová nuestra justicia
(Jer. 23:6).
En verdad, Jehová, el Dios salvador, responde a
todas las necesidades de nuestro ser. La teología crítica ha pretendido que el
empleo de los dos nombres Elohim y Yahveh denota en el texto bíblico dos
autores diferentes, el Elohísta y el Yahvista (sin hablar de otras «fuentes»
constantemente puestas al día; véase PENTATEUCO), que hubieran escrito mucho
tiempo después de Moisés, y con mucho tiempo entre sí.
Pero el argumento basado sobre los nombres divinos
no demuestra nada en absoluto: Sólo en Génesis, Elohim aparece 164 veces, y
Yahveh 146 veces. ¿Acaso se puede recortar el texto en otros tantos fragmentos?
¿Y qué se va a hacer del nombre Yahveh-Elohim (Jehová Dios), que aparece desde
el capítulo 2? ¿Se va a decir también que los otros nombres (Adonai, etc.)
revelan cada uno de ellos a un nuevo autor, distinto de los otros? Según los
críticos, el nombre de Jehová no hubiera sido revelado más que a partir de
Moisés ante la zarza ardiente, puesto que Dios le afirma: «Así dirás a los
hijos de Israel: El YO SOY me ha enviado a vosotros» (Yo soy, «Eheieh», ésta es
la transcripción de la 1ª persona de Yahveh; «Él» es, tal es el sentido
verdadero de Su Persona).
El Señor añade, al enviar a Moisés: «Y aparecí a
Abraham, a Isaac y a Jacob como Dios Omnipotente, mas en mi nombre JEHOVÁ no me
di a conocer a ellos» (Éx. 3:15; 6:3). ¿Qué significa esta declaración, frente
a todo lo que hemos afirmado acerca de la presencia de Jehová en todas las
páginas del Génesis? Una explicación que se ajusta a la mentalidad oriental
acerca de la naturaleza de los hombres es como sigue: El Éxodo es por
excelencia el libro del pacto y de la redención. Dios se revela en el Éxodo
como nunca lo había hecho a los patriarcas, y ello no solamente a Su pueblo, sino
también a los egipcios y a Faraón. El rey exclamó: «¿Quién es Jehová?... Yo no
conozco a Jehová» (Éx. 5:2), y la respuesta del Señor vuelve como un proverbio:
.... y vosotros sabréis que yo soy Jehová» (Ez. 6:7; 7:5, 17, etc., cp.
Ezequiel, donde esta expresión aparece más de 50 veces, p. ej., Ez. 5:13; 6:14,
etc.). Así, conocer a Jehová es reconocer Su naturaleza, Su carácter, Su
soberanía, Su obra en juicio y salvación.
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