SALOMÓN| El Pacifico
Hijo de David con Betsabé (2 S. 12:24; 1 Cr.
3:5; Ant. 7:14, 2); nacido en Jerusalén. David, advertido que bajo su sucesor
habría un reinado de paz, le dio el nombre de Salomón, «pacífico» (1 Cr. 22:9).
El profeta Natán le dio el nombre de Jedidías, «amado de Jehová» (2 S. 12:25).
Cuando David envejeció y se debilitó, Adonías, uno de sus hijos nacidos en
Hebrón, y probablemente el mayor después de la muerte de Amón y de Absalón,
intentó usurpar el trono.
El profeta Natán,
ayudado por el sumo sacerdote Sadoc y por Benaía, el jefe de la guardia, y con
el apoyo de la guardia personal de David, desarticularon esta conspiración, y
Salomón fue proclamado rey (1 R. 1:5-40), poco después de lo cual murió David.
Salomón inició su reinado alrededor del año 970 a. C. Tendría entonces unos 20
años. Obedeciendo las últimas recomendaciones de su padre, depuso a Abiatar del
sumo sacerdocio, e hizo ejecutar a Simei por desobedecer la orden de permanecer
en Jerusalén. Ante una nueva pretensión de Adonías, Salomón lo hizo ejecutar,
lo mismo que a Joab, también implicado en este asunto (1 R. 2:1-46).
Salomón contrajo
matrimonio con la hija del rey de Egipto, y la llevó a Jerusalén (1 R. 3:1).
Después que el Señor hubiera abandonado Silo, el culto no había sido
restaurado. El Tabernáculo se hallaba en Gabaón, y el arca del pacto en
Jerusalén. Menospreciando la orden de la Ley, el pueblo había erigido altares
en los lugares altos. Salomón acudió a Gabaón para ofrecer sacrificios. Aquella
noche, el Señor se le apareció en sueños y le preguntó qué era lo que él
deseaba. Salomón imploró la gracia de la sabiduría y de la inteligencia, a fin
de poder administrar justicia. En aquella época la administración de la
justicia incumbía al rey. Dios dio respuesta a esta oración. Poco después,
Salomón emitió un juicio que se ha hecho célebre porque con ello descubrió
quién era la verdadera madre de un recién nacido reclamado vehementemente por
dos mujeres como propio (1 R. 3:2-28; 2 Cr. 1:3-12).
Unos veinte años
después, durante una nueva aparición, Dios prometió a Salomón, de forma
condicional, conservar el trono para su dinastía, y le hizo solemnes
advertencias (1 R. 9:1-10; 2 Cr. 7:12-22). David había sometido a las naciones
vecinas. Según los textos, Salomón sólo emprendió una campaña bélica, contra
Hamat. La posesión de esta ciudad le permitió mantener la paz en el noreste de
sus estados. Hadad, príncipe edomita, y Rezón, de Damasco, se opusieron a
Salomón. Éste fortificó la ciudad de Hazor, sobre el alto Jordán, y edificó una
fortaleza en el Líbano para pacificar a Damasco; también logró mantener seguro
el camino que llevaba a Ezión-geber atravesando Edom. El rey Salomón mantuvo
relaciones amistosas con numerosos soberanos; organizó su reino, y protegió las
artes. David había amasado una gran cantidad de materiales con vistas a la
construcción del Templo.
Salomón construyó el
edificio en siete años. Hiram, rey de Tiro, le consiguió materiales y artesanos
(1 R. 5:6). Salomón llevó a cabo una solemne dedicación del Templo (1 R.
7:13-8:66; 2 Cr. 2-7). Después se hizo edificar un palacio, cuya construcción
duró trece años (1 R. 7:1-12). Fortificó numerosas ciudades y construyó otras
en diversos puntos del país (1 R. 9:17-19; 2 Cr. 8:4-6). Salomón administró sus
estados con mucha sabiduría. Se rodeó de funcionarios competentes, con el nieto
del sumo sacerdote como jefe de ellos (1 R. 4:2-6). Mantuvo un ejército
poderoso; dividió el reino en doce distritos. Independientemente de los
antiguos límites de las tribus, lo que facilitó su administración (1 R.
4:7-19).
El soberano se cuidó
asimismo del mantenimiento del culto a Jehová, pronunciando la oración de
dedicación del Templo e invocando la bendición divina sobre el pueblo. La
expansión comercial enriqueció al reino (1 R. 10:14-29; 2 Cr. 9:13-27). Venían
mercancías de Ofir y de la India, de donde las traían los siervos de Salomón (1
R. 10:22, 23; 2 Cr. 9:10-22). El rey hizo construir ciudades de almacenamiento,
entre otras Palmira, en el desierto, a mitad de camino entre Damasco y el
Éufrates. Salomón se interesó por las letras y por las ciencias, y «disertó
sobre los árboles, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que nace en la
pared. Asimismo disertó sobre los animales, sobre las aves, sobre los reptiles
y sobre los peces» (1 R. 4:33). Además, recogió y compuso numerosos proverbios.
Los Sal. 72 y 127 le
son atribuidos en el encabezamiento. La magnificencia de su corte, de su mesa,
del lujo del que se rodeaba en sus desplazamientos, se correspondía con sus
ingresos e importancia política (1 R. 10:4, 5, 21). Acudían muchos de lejos
para oír sus dichos llenos de sabiduría (1 R. 4:34; 10:23-25). La misma reina
de Sabá acudió a Jerusalén para plantear al rey difíciles cuestiones (1 R.
10:1-13). Pero Salomón no fue obediente a las instrucciones divinas. Tuvo un
harén de algo más de mil mujeres. Muchas de ellas eran princesas, entregadas al
rey de Israel como prendas de pactos políticos.
Salomón se dejó
persuadir por estas extranjeras idólatras para erigir santuarios a sus dioses
(1 R. 11:1-8). El Señor castigó la apostasía del soberano no dejando a su
dinastía más que una pequeña fracción del reino (1 R. 11:9-13). El profeta
Ahías, de Silo, anunció a Jeroboam, funcionario de Salomón, que Dios le daría
diez tribus (1 R. 11:28-29), pero no las obtendría antes de la accesión de
Roboam. Salomón pecó también por su lujo y ostentación, que costeó imponiendo
pesadas cargas fiscales sobre sus súbditos. Estas exacciones quebrantaron la
confianza de los israelitas en su rey y vinieron a ser posteriormente causa de
rebeliones.
Salomón reinó 40
años, muriendo alrededor del año 931 a.C. Los acontecimientos de este periodo
fueron consignados en las siguientes obras: Libro de los hechos de Salomón,
Libro del profeta Natán, Profecía de Ahías silonita y Profecía del vidente Iddo (1 R. 11:41-43; 2
Cr. 9:29-31) Arqueología Los
descubrimientos arqueológicos muestran una estrecha concordancia y arrojan
buena luz sobre una multitud de detalles referentes a los textos bíblicos
acerca de Salomón, en tanto que las teorías meramente especulativas del pasado,
sin ninguna base en evidencias independientes, sino basadas en una serie de «a
prioris» de «evolución histórica», tenían una fuerte tendencia a restar crédito
a la descripción del poder y de la gloria de este rey que aparecen en 1 R. 3 a
11 (cfr. además Mt. 6:29; 12:42; Lc. 11:31).
Entre otros aspectos
tocados por los descubrimientos arqueológicos se pueden considerar: (a) El
reino de Salomón. Frente a las posturas que afirmaban que los reinos de David y
Salomón se limitaban estrictamente a Palestina, debido a que no hubiera podido
existir un reino con las extensas fronteras que se le afirman ante los poderes
mundiales de Egipto, Asiria y Babilonia, se puede constatar que estos imperios
no ejercían poder en aquella época.
(A) Egipto se había
sacudido hacía poco del dominio de los hicsos, y se estaba recuperando. Asiria
estuvo carente de un caudillaje capaz entre Tiglat-pileser I (muerto alrededor
del año 1076 a.C.) y la accesión de Assurbanipal II (alrededor del año 880
a.C.). Babilonia vegetaba entonces, y el imperio hitita había sido aplastado
por Asiria en el año 1110 a.C., habiendo quedado sólo algunas ciudades libres.
(b) La gran
prosperidad de Salomón había sido también puesta en tela de juicio. Sin
embargo, se reconoce en la actualidad que en la época de Salomón se daban todas
las condiciones comerciales y políticas necesarias para ello. Se ha podido
constatar por medios arqueológicos que en la época de Salomón había un intenso
tráfico de caravanas entre el sur de Arabia y Mesopotamia. De esta manera,
Salomón, que dominaba el estratégico enlace palestinense, y sin ningún poder
que le pudiera disputar el dominio, pudo ejercer un monopolio sobre las
caravanas que circulaban por esta vía de comunicación.
Con el control de las
rutas que canalizaban el comercio entre los diversos puntos del mundo antiguo,
el soberano israelita no podía dejar de tener abundantes ingresos en base a los
impuestos sobre «los mercaderes, y lo de la contratación de las especias, y lo
de todos los reyes de Arabia, y de los principales de la tierra», con la gran
cantidad de productos que atravesaban sus territorios (1 R. 10:15).
(c) Las minas de
cobre descubrieron el puerto de Ezión-geber y una gran fundición de cobre. Nelson
Glueck afirma de ello que Salomón fue «el primero en hacer de la industria
minera del Wadi Arabah una empresa verdaderamente nacional» («The Other Side of
the Jordan», 1951, p. 98).
(d) Las
fortificaciones, los caballos y los carros. Además de mantener un activo
intercambio comercial con las naciones vecinas (1 R. 10:28-29), Salomón
invirtió grandes recursos en el mantenimiento de un ejército poderoso (1 R.
4:26). Ciudades militares importantes fueron Hazor, Meguido y Gezer, que
estaban provistas de las necesarias instalaciones logísticas para resistir y
detener potentes ataques, así como para almacenar provisiones y acantonar tropas
de caballería.
(e) La visita de la
reina de Sabá (1 R. 10:1-13) ha sido considerada por algunos críticos como una
mera ficción. Se mantiene que no existe ninguna prueba de la existencia
personal de la reina.
No obstante,
Velikovsky («Ages in Chaos», Doubleday, 1952) demuestra, sin dejar lugar a
ninguna duda: (A) que la ausencia de identificación se debe a un desfase en la cronología
convencional de Egipto de 600 años, debido a unas identificaciones erróneas en
el inicio de la egiptología; (B) señala Velikovsky que Josefo (Ant. 8:6, 5)
afirma que esta mujer era «reina de Egipto y Etiopía»; (C) en base a la
cronología revisada, llevando a una estrecha correspondencia los relatos de los
monumentos y la Biblia, la reina Hatsepsut fue contemporánea de Salomón; (D)
Hatsepsut afirma en sus crónicas que visitó la tierra «de Punt»; (E) Punt se
hallaba, según las inscripciones egipcias, al este de Egipto, y allí había un
río que corría hacia el sur (evidentemente el Jordán); además, «Punt» recibe
también el nombre de «tierra de Dios».
Éstas y muchas otras
razones, basadas en el estudio de los hallazgos arqueológicos de Egipto
referentes a la reina Hatsepsut y a su viaje a la tierra de Punt, y una cuidada
consideración de la estructura cronológica de la historia de Egipto, llevan a
la identificación de «la reina de Sabá» con «la reina de Egipto y Etiopía»
mencionada por Josefo, no otra que la célebre Hatsepsut. En la ya citada obra
de Velikovsky se da una copiosa documentación y un tratamiento exhaustivo de
todo este tema.
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